jueves, 19 de febrero de 2009

Ben Laden entra en escena

Montañas del Waziristán, a 25 Kms. al oeste de Razmak, Pakistán. 06:29.

El saudí se levantó para quedar sentado y proseguir con sus oraciones. Miró sus manos sobre sus muslos y dio gracias a Dios por un día más para cumplir con su misión, por conservar a sus 19 hijos, porque cada día de su vida era una bofetada en la cara de los enemigos del Islam. Le pidió fuerza para sí mismo y para los valientes hombres que le protegían, sabiduría para interpretar sus designios y cumplir su divina voluntad.
Finalmente se puso en pie y terminó de rezar. Era su segunda oración, la primera prefería hacerla antes del amanecer, y jamás faltaba a la obligación de las cinco veces diarias. Miró al cielo y se sintió tremendamente solo. Había perdido muchos buenos hombres en aquellos años de yihad, pero siempre encontraba el consuelo que necesitaba en el sagrado Corán y en la firmeza de su convicción. Sin embargo, los años de continua tensión y subterfugio, siempre huyendo de los enemigos de Dios, le habían pasado factura a su rostro y a su ánimo. Apenas quedaba un puñado de caras familiares de los viejos tiempos en Sudán y Afganistán, y les veía en contadas ocasiones al año. Bajó por la seca vaguada y encontró a Mustafá.
- As-Salam Aleikum, Sheij.
- Aleikum Salam, Mustafá. ¿Cómo están hoy los hombres?
- Están bien, Sheij. Tendré que evacuar a uno antes de lo previsto. El médico dice que puede tener una úlcera. Estaremos con un hombre menos hasta el cambio de este verano, pero nos arreglaremos.
- Inshallah.
- Inshallah, Sheij
El saudí asintió y palmeó la espalda del leal afgano que cuidaba de su seguridad. Se dirigió a la cueva donde había instalado su espartano dormitorio y sintonizó el BBC World Service en su pequeña radio. En los largos períodos que pasaba en la montaña sin recibir visitas se dedicaba a analizar todos los medios de comunicación occidentales que podía. Internet, periódicos, Al Jazeera, CNN, BBC, nada era ajeno a su atención. Se mantenía mejor informado del curso de las operaciones en Iraq a través de los americanos que de su gente, estando como estaba realmente limitado en sus comunicaciones.
Mientras se acomodaba como podía sobre la alfombra que le protegía del húmedo suelo de la cueva, el hombre más buscado de la Tierra se disponía a empezar una nueva jornada.

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