sábado, 28 de febrero de 2009

Ataque a Qala-i-Naw

Qala-i-Naw, Afganistán. 29 de enero. 09:38.

El equipo de reconstrucción provincial era un concepto nuevo para los españoles cuando en 2006 empezaron a construir el primero en aquel rincón dejado de la mano de Dios. Se trataba de combinar una fuerza militar que proporcionase seguridad y medios de construcción con una o varias ONG que realizasen su labor en una zona determinada. A pesar de lo políticamente correcta que resultaba esa idea, la realidad en un área tan remota es que los españoles acababan haciendo un poco de todo.
El contingente militar, que había superado los 180 efectivos, se hallaba reducido a unos 125. En aquel momento la protección estaba encomendada a una compañía de infantería del Regimiento América Nº66 perteneciente a la Jefatura de Tropas de Montaña. También había personal CIMIC y del cuartel general de la agrupación. El resto era personal civil que había organizado un dispensario y una escuela segregada para los niños de entre seis y doce años.
La soldado Segura se encontraba guardando el perímetro cuando un rebaño de cabras volvía de pastar por aquellos campos secos. Las guardaba un niño de ocho años cuyo padre no pudo ser convencido de la necesidad de que Izmat fuese a la escuela con los otros niños. Era su único hijo varón y tenía sus prioridades. La madre se ocupaba de su casa de ladrillo, el padre hacía el queso e iba a venderlo y su hermana era pequeña aún, de modo que alguien tenía que sacar a las cabras. Así era su vida y no tenía vuelta de hoja, sentenció el padre ante una cooperante de Anesvad.
Segura vio aproximarse la figura del sargento Barreda desde lejos. Se mantenía en contacto por radio, pero le gustaba darse una vuelta, en parte para echar una mirada y en parte también para evitar la excesiva relajación de los centinelas. La escasez de personal les había obligado a alargar los turnos y la vigilancia era soporífera.
- ¿Qué, como vas?
- Aparte del niño con el rebaño no se ve nada, mi sargento.
- Anoche un Searcher detectó una columna de unos quince o veinte hombres con bultos unos 10 kilómetros al oeste de Camp Arena. Tan al sur es posible que sean transportistas de amapola, pero abre los ojos.
- A la orden. Mi sargento, ¿al final qué va a hacer cuando vuelva?
- ¿Te refieres a lo de Quiroga? Pues he hablado con él y le he dado a elegir entre devolver el reloj o un parte. Tiene que renovar el compromiso dentro de poco, así que creo que entrará en razón. De todas formas, si para el sábado no te lo ha devuelto me lo dices.
- Gracias.
- No hay de qué. Venga, voy a ver como an…
Barreda cayó al suelo como si alguien hubiese cortado un hilo invisible del que colgaba. Casi al mismo tiempo sonó como un petardo cuyo eco se repetía por el valle. Segura se ocultó rápidamente tras unos sacos terreros y habló por el pequeño comunicador Motorola que llevaba en su chaleco.
- ¡Galicia 1, aquí es Galicia 8! ¿Me recibe? Cambio.
- Galicia 8, aquí es Galicia 1. Cambio.
- ¡Francotirador en el sector 8! ¡Tenemos un herido! Cambio.
- Galicia 8, ¿quién ha sido herido y cual es su estado?
- ¡Es el sargento Barreda, creo que tiene un tiro en el cuello! ¡No se si está vivo!
- Galicia 8, intente calmarse y tómele el pulso. Cambio.
Segura tenía la adrenalina por las nubes y pudo arrastrar el cuerpo de Barreda a su parapeto. Parecía totalmente desmadejado y tenía un orificio de entrada por la garganta y otro mayor en la nuca. Tras buscar su pulso en la carótida y darle unas palmadas en la cara concluyó que estaba muerto. La bala le había seccionado el tallo cerebral desconectando su cerebro de su cuerpo. La hemorragia y la infección se encargarían del resto.
- Galicia 1, aquí es Galicia 8. El sargento Barreda está muerto. Cambio.
- Galicia 8, ¿está recibiendo fuego? Cambio.
- Negativo, sólo ha sido un disparo. Cambio.
- Galicia 8, permanezca en su puesto. Estamos en alerta y recibirá refuerzos enseguida. Permanezca a la escucha. Cambio.La primera granada de mortero llegó con un silbido que parecía durar horas. Cayó sobre una construcción de adobe que servía de almacén. La segunda tuvo más puntería y cayó junto a la casa de ladrillo que servía de

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