miércoles, 3 de junio de 2009

Camp Arena. Herat, Afganistán. 30 de agosto. 11:53.



El coronel Macías empezaba a notar la sacudida del viento a medida que el Cougar de las FAMET iba perdiendo altitud para posarse en la pista habilitada para pequeña parada. Era un mediodía en agosto, y aunque la altitud aliviaba un poco el calor, no hizo que su segundo mandase firmes a las tropas formadas hasta el último momento. Sabía que muchos, especialmente los infantes, acumulaban ya mucho cansancio y poco humor. Lo mismo que él.
Un mes, pensó. Han esperado un jodido mes para demostrar lo mucho que se preocupan por nosotros. Al menos mandaron tres semanas atrás otros dos Cougar para reforzar el componente aéreo de la agrupación táctica después de que se cerrase definitivamente la ruta terrestre a Qala-i-Naw. Había solicitado el envío urgente de tres HA-28 Tigre para apoyo aéreo cercano, especialmente ahora que los americanos no estarían allí para proporcionarlo, pero el JEMAD arguyó que dada la situación política podría dar un mensaje equivocado a la opinión pública y resultar provocador para los líderes locales.
- Bueno, acabemos con esto –mascullo a su segundo.
El helicóptero se había posado y las palas seguían girando cuando el ministro de defensa, Raúl Soto, bajó de un salto desde la puerta ataviado con lo que venía siendo la vestimenta de campaña para los políticos en verano: botas de lona, pantalones y camisa de algodón de color claro, gafas de sol y una kafiya, el conocido como pañuelo palestino. Le siguió el JEMAD, el general del Ejército del Aire Alejandro Dávila, éste con mono de piloto color arena y gorro azul. El coronel salió a su encuentro.
- A la orden de vuecencia, señor ministro –dijo cuadrándose.
- Buenos días. Veo que lo que es sol no les falta.
- Eso es verdad. Si le parece bien pasamos revista a las tropas y vamos dentro para que vea las mejoras que hemos hecho. Hemos preparado un vino para dentro de una hora.
- Estupendo, vamos a ello.
Era un día de trabajo cualquiera a pesar de ser domingo, y apenas habían podido reunir sesenta efectivos para la formación sacando de sus puestos a cocineros, oficinistas y mecánicos. Casi todo el personal de la I Bandera Paracaidista estaba realizando algún servicio de escolta y seguridad. Las bajas sufridas el mes anterior habían sido repuestas, pero sabían de la negativa a enviar helicópteros Tigre y se sentían dolidos y frustrados.
Finalmente, el coronel llevó a sus invitados al interior de un edificio donde, ante una maqueta, explicó al ministro y al JEMAD las nuevas medidas que habían adoptado.
- Como puede ver hemos doblado el número de radares Arine en nuestro perímetro y hacemos salidas diarias con el Searcher, que es monitorizado desde esta habitación –dijo señalando un pequeño anexo de la maqueta. No obstante hemos estado realizando patrullas terrestres con personal del GOE III. Nuestro problema ahora es que, aunque los dos Cougar adicionales han sido un alivio temporal, nuestras necesidades logísticas han aumentado más que nuestra capacidad de transporte y de autodefensa.
- ¿Cómo es eso?
- Pues hemos tenido que aumentar la capacidad de nuestra pista, traer más repuestos y combustible, alojar más personal…pero la capacidad añadida de los dos Cougar no suple la capacidad de transporte terrestre hacia el PRT sin la que nos hemos quedado.
El general Dávila hizo una señal a su ayudante, que invitó al equipo de TVE a que le acompañasen para tomar algunas imágenes de las instalaciones y recoger algunos testimonios. Mientras se iban, el coronel Macías les hizo un gesto para que le siguieran. Una vez en su despacho, los cuatro hombres tomaron asiento.
- Señor ministro, creo que no estamos en condiciones de desarrollar nuestra misión con seguridad a menos que contemos con apoyo aéreo cercano –dijo finalmente el coronel.
- ¿Qué apoyo necesitaría? –preguntó el general Dávila.
- Para este sector no estaría mal una escuadrilla de F/A-18, pero nos apañaríamos con algo más modesto. Ya que este es el sector más alejado y que los americanos se han desentendido de él no podemos seguir contando con sus Apache. No queda más remedio que arreglárnoslas solos, pero el apoyo más cercano de esa clase es de los holandeses y están al límite de sus posibilidades.
- ¿Y…?
- Pues que si nos vemos atacados aquí, y no digamos en el PRT, no tenemos prácticamente nada. Las MG-3 de los Cougar y nada más. Necesitamos al menos dos Tigre de forma permanente.
- Macías, creo que ya hablamos de eso –terció el general. Nos gustaría ayudarle pero en este momento lo que nos pide no es viable. Para empezar, el Tigre se encuentra aún en fase de entrega.
Macías sacudió la cabeza despacio, dividido entre la incredulidad y la frustración. Las primeras unidades se habían recibido tres años antes, y el BHELA I contaba ya con doce aparatos. Estaba claro que no se los iban a dar.
- Mire, coronel –quiso atajar el ministro. La realidad es que no tenemos el apoyo de los medios ni de la opinión pública. Y si no, mire. Sólo hemos podido traernos a Televisión Española. La gente cada vez ve más a Afganistán como otro Iraq y está deseando olvidarse de esto. Izquierda Unida ha hecho de la retirada de las tropas su bandera y blasón, los nacionalistas pasan, como siempre, y la oposición no pide la retirada, pero nos patea con esto cada vez que puede. Estamos obligados a seguir aquí por la OTAN y nada más; la gente tolera que mandemos tropas en misiones humanitarias y se conmueve con las fotos de los soldados repartiendo comida a niños famélicos, pero ese apoyo se esfuma en cuanto empieza a ver que nos mezclamos en una guerra civil en un país tercermundista. Es como en Ruanda o Somalia. No podemos dar la impresión de que vamos a una guerra.
- ¿Aunque ya estemos?
- Es duro, pero así es. Sólo le pido que haga lo que pueda con lo que hay, y si dado el momento no podemos seguir sosteniendo el PRT pues habrá que clausurarlo. De todas maneras, al irse los americanos empezará la desbandada.
Aquel veterano de cuatro misiones miró a los ojos a sus interlocutores y se dio cuenta de la inutilidad de argumentar nada más. Se preguntó con cuantos muertos acabaría la misión de España en Afganistán antes de abandonar a su suerte a aquellos afganos que habían empezado a mirar a los soldados españoles con respeto, y a veces simpatía. Se miró el reloj.
- Es la una menos diez. ¿Vamos ya al vino?

1 comentario:

  1. Hola César,

    Me he enterado de la existencia de tu novela por la lectura de la revista "Fuerza Terrestre" que le ha dedicado una columna a "Plenos Poderes".

    Si bien en un principio fui un tanto escéptico sobre qué tal estaría ya que se mencionaba que era de ficción y centraba la acción sobre una reservista voluntaria, la lectura de estos fragmentos me ha animado a adquirirla. Espero que la editorial mande los libros a Canarias, ten por seguro que me haré con una y en cuanto la lea, te escribiré comentándote qué tal nos ha parecido (a mi hermano también le fascinan estas cosas).

    Gracias por interesarte en el ejército y en especial en la labor hecha en Afganistán. Se cubrió Iraq con "Y al final, la guerra" pero nos quedaba un huequecito un poco más al este. La mayor parte de la sociedad pasa de estos temas o tiene su cabeza tremendamente comida por los medios o la política. Creo que somos más de los que se piensa los que por encima de visiones políticas valoramos la labor del ejército y somos conscientes de que están en un conflicto armado, en una guerra asimétrica que al no disponer de un frente claro y de operaciones militares "clásicas" parece una mera misión "light" a ojos de la opinión pública.

    No me lío más, un saludo.
    Bruno

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